Muchas veces la historia tiene caminos que nunca se cruzaron. Los asirios jamás se enfrentaron a los espartanos, los incas jamás combatieron contra los aztecas... pero fuera de choques épicos, hay situaciones más sutiles pero no por ello menos trascendentales. Encuentros que no se produjeron pese a la tendencia de la historia de entrelazar el tiempo y el espacio de personas y pueblos.
Tal es el caso de Charles Darwin y Karl Marx. El primero, un científico de la naturaleza, el segundo,un estudioso de la sociedad, ambos tuvieron numerosa descendencia y luengas barbas. Ambos revolucionaron las ciencias en las que se desenvolvieron y sus nombres son recordados por biólogos y sociólogos respectivamente.
Y miren qué cosas tiene el destino, pues vivieron en la misma ciudad, Londres, separados apenas por 25 kms. En 1860, Marx leyó El origen de las especies y comentó a Engels:
“Aunque está escrito en el más puro estilo inglés, en este libro está la base de la historia natural”. Trece años más tarde, intercambiaron algunas palabras que podrían haber auspiciado el gran encuentro: un ejemplar de El Capital llegó a manos del evolucionista. En su primera página se leía
“A Mr Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”. El británico le agradeció la atención con una fórmula de cortesía (
“...ambos deseamos sinceramente la ampliación del conocimiento...”) que el destinatario exhibió orgulloso. No obstante, Darwin parece no haber leído el libro, porque el ejemplar no ostenta sus típicas notas al margen.
Aunque 1931 un periódico soviético publicó una carta donde Darwin declinaba la dedicación de libros de Marx, sería en 1974, que Margaret Fay, estudiante de la Universidad de California, encontró un volumen de 1881 llamado
Darwin para estudiantes de Edward Aveling, quien sería después el amante de Eleanor Marx, una de las hijas de Karl. Fay encontró también entre los papeles de Darwin una carta de Aveling, en la que le pedía permiso para dedicarle su libro. En 1895, posiblemente cuando éste ayudó a Eleanor a ordenar la correspondencia de su padre, traspapeló su propia carta. Es más, en 1897, Aveling escribió un artículo comparando a Marx y Darwin, en el que reconocía haberse escrito con ayuda de este último.
Ambos murieron con poca diferencia de tiempo y sin haber cruzado palabra. Charles Darwin murió en 1882 y el Parlamento inglés decidió enterrarlo con todos los honores en la Abadía de Westminster. Karl Marx fue enterrado el año siguiente en el cementerio de Highgate en una tumba casi anónima. Entre los escasos presentes en su entierro, había amigos comunes de ambos científicos. Y frente a ellos, Engels proclamó: “Del mismo modo en que Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza humana, Marx descubrió la ley de la evolución de la historia humana”.
Seguramente, si se hubieran juntado, habrían tenido mucho de qué hablar. Pero como no fue así, al menos fue la inspiración de una paleocurrencia, con motivo del día de Darwin (199 años de su natalicio, mejor me hubiera esperado hasta el año próximo además que el tema está comentado ad nauseam):