lunes, 28 de diciembre de 2009

El fraude de Piltdown ¿una mala broma?

Quién no conoce el infame caso del hombre de Piltdown... Citado ora como caballo de batalla del creacionismo (como símbolo del fraude que pueden perpertar los apóstatas "evolucionistas"), ora como ejemplo de cómo la ciencia corrige los errores en su propio seno, éste caso no ha dejado a nadie indiferente.

Desde su desenmascaramiento en 1949, aunque quedó claro que dichos restos no eran más que una quijada de orangután y un cráneo humano del S. XIII, lo que hasta hoy queda en duda es quien fue el autor de éste fraude.

Sospechosos los ha habido, siendo el principal, Charles Dawson, abogado y arqueólogo aficionado, quien le puso su nombre al descubrimiento: Eoantropus dawsoni, y por estar su nombre en una etiqueta de un pedernal de Piltdown, con la siguiente leyenda "Teñida por C. Dawson con la intención de engañar al mundo"; también otro sospechoso es nada menos que Pierre Teilhard de Chardin, el famoso sacerdote jesuita que inició el movimiento conciliador entre la evolución y la Iglesia Católica; se dice que en una bolsa de papel que llevó a la casa de Dawson en una visita días antes del descubrimiento, había un diente de elefante prehistórico, que luego estaría incluido en el yacimiento, para darle visos de credibilidad al "hallazgo". Increíblemente, hasta Sir Arthur Conan Doyle también fue catalogado como sospechoso entre otras cosas, porque se ofreció a llevar a Dawson y compañía en su nuevo automóvil. Y claro, también por su amistad con Jessie Forwes, una frenóloga que solía regalar o vender cráneos de simios de su copiosa colección.

Sin embargo, puede que el fraude científico del siglo XX, no haya sido sino una broma que se escapó de las manos de su autor. Resulta que se halló a mediados de los años setenta, en el desván del Museo de Historia Natural de Londres, un baúl que perteneció a Martin Alister Campbell Hinton (y que llevaba sus iniciales M.A.C.H.), conservador de la sección de zoología en la época en que se produjo el fraude.

En dicho baúl se encontraron huesos tallados y teñidos de la misma forma que los fósiles de Piltdown, lo cual demuestra inequívocamente que el falsificador fue Hinton. Eran huesos de hipopótamos y elefantes prehistóricos, teñidos con manganeso. La misma sustancia que reveló el análisis de Brian Gardiner en 1953 en los huesos, que fue usada para darle un aspecto pardusco a los huesos, a fin de simular una antigüedad pleistocénica. Curiosamente, un artículo perdido de Hinton, trataba sobre el procedimiento de tintura con manganeso.

La pregunta del millón es ¿porqué? Resulta que el tal Hinton había tenido una disputa con su jefe, el paleontólogo Arthur Smith Woodward, en 1910 por asuntos de dinero, de manera que es probable que haya cometido el fraude para vengarse y ridiculizar a Smith Woodward. Y de hecho lo logró... en parte.

Woodward proclamó a bombo y platillo la autenticidad del fósil; ya sea porque se ajustaba a las predicciones de la ciencia evolutiva, o por la odiosa cuestión del nacionalismo ("¡Lo de Heidelberg es nada comparado con esto!" exclamaba un entusiasta Dawson), el Eoantropus dawsoni pasó durante mucho tiempo como prueba de la hominización. Aún más, como prueba que la cuna de la humanidad había sido Inglaterra. Sin embargo, no contaba Hinton con que el fraude no sería sino desmentido hasta 1949, y que Woodward moriría en 1916.

Parece pues, haber sido una broma de muy mal gusto, urdida en los albores del S XX. De hecho parece tener sentido, porque si analizamos bien lo que pasó luego, no encontramos con que con Dawson nunca se benefició del todo con el hombre de Piltdown: aunque puso su nombre, no se hizo más conocido por eso ni conquistó el renombre que quería en su natal Essex. Teilhard de Chardin casi ni mencionó al Eoantropus en su ingente obra, sino que volvió los ojos al Sinanthropus pekinensis (el Homo Erectus chino), por su trabajo en el yacimiento de ChouKouTien, junto con Henri Brauil. Conan Doyle por su parte, quedaría eximido por ser las pruebas que se presentan en su contra, muy inconsistentes.

Otro posible escenario es que Dawson hubiera trabajado codo a codo con Hinton, para ayudarle con su propósito. Así, Dawson obtendría el renombre que deseaba, y Hinton podría urdir su broma. Pero ello supondría que habrían arrebatado el molar de elefante a Teilhard, aunque de hecho nunca él echó de menos esa pieza en su colección, que resultó ser de un proboscídeo de Tunicia, es decir, antiguo, pero no nativo del lugar.

Hoy en día, las modernas técnicas de análisis impiden que bromas como éstas lleguen muy lejos. El archaeoraptor y otros casos de cuño reciente, nos muestran que en la paleontología, las mentiras tienen las patas muy cortas.

1 comentario:

Dinorider d'Andoandor dijo...

para mentir y comer pescado...